viernes, 26 de noviembre de 2010

Enamoramiento pasajero

La primera vez que me enamoré fue cuando ella entró al carro con una avalancha de gente peleando un lugar. Tan pequeña, tan rubia, tan de ojos claros.

La segunda vez fue cuando sacó desde su minicartera un espejo, un aparato de tortura ocular y un delineador de ojos, realizando el sutil rito del maquillaje.

La tercera fue cuando masticaba una jugosa manzana verde, como si se acabará el mundo. No importaba que a su lado existiese un anciano tosiendo de forma compulsiva, o que también la observara un imbécil psicótico, esclavizado por su estrafalaria imaginación.

Y finalmente me enamoré, cuando todos la miraban, sorprendidos por sus convulsiones, tirada retorciéndose en el piso, y yo mirando en la profundidad de sus ojos, dando un imaginario auxilio.