martes, 24 de mayo de 2016

El Incienso

Noches oscuras y de látex ceñido al cuerpo, el aroma a incienso de las viejas fiestas, los labios carnosos de una dulce niña de melena y exagerada sombra oscura en sus ojos. 
Recuerdo que alguna fría noche de invierno en la platea del Carrera besé  a una hermosa niña del Carmela, fui un tonto, la dejé escapar. 
Otra noche, pero de primavera, besé a otra del liceo uno, mucho más hermosa, un ángel, que fue mía por un año y tres meses, también fui un tonto.
En noches de insomnio, a veces la espió por las basuras ciberespaciales, como a todas. Supé que se casó con otro tonto, que luce igual a mi a los veinte. Tengo treinta y dos  amargados años, y sigo siendo un tonto que deja escapar la felicidad..